miércoles, 15 de junio de 2011

Me Enfermé

La calma en un departamento de una mujer sola es relativa. Un estornudo vaticina que algo no está como debería ser, una leve picazón de garganta nos anuncia la entrada de agente extraño en nuestro organismo y finalmente el cuadro cierra con malestar general. Resultado, GRIPE. 
Engriparse no es nada, salvo que vivas sola, no tengas familia y todos tus amigos están casados. Tu hogar se transforma rápidamente en la Plaza de Mayo ya que todo se empapela de blanco, la cantidad de pañuelitos, o mejor dicho, rollo de cocina/papel higiénico están por doquier. 

Todo es un terrible quilombo, frazadas por todos lados, el termómetro, miles de tazas de té con su respectivo saquito dentro desparramadas, el jarabe que se pegoteó, las tiras de paracetamol perdidas, la bolsa de agua caliente es tu mejor amiga, junto con la PC y el televisor. 

Llega el puto momento que la panza te hace ruidos... ni te acordaste de comer, y ni en pedo vas a cocinar. Llamás al delivery, bajás con el piyama, las pantuflas y en mi caso encapuchada. Estoy segura que sino me conociera pensaba que era un pibe.
La naríz paspada pide a gritos dermaglós, tus ojos achinados indicarían que estás porreada pero no.
Se acercan fechas de parciales pero no podés estudiar porque sentís un hachazo en la cabeza, te llaman por teléfono y no sabés dónde garcha metiste el inalámbrico. Dejás la TV prendida porque tampoco encontrás el control remoto en toda esta nebulosa de papel higiénico.

No tengo con qué secarme la cheicon, me olvidé que había sacado el rollo para sonarme los mocos.

Los de la farmacia ya te tienen preparado el kit de caramelos de propoleo y té vick.
Este caos, dura un plazo de alrededor de 3 días, de encierro total. De odio interno por no poder salir y recordar quién fue el hijo de puta que te contagió esto.
Es una lucha.